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sábado, 12 de diciembre de 2015

La muerte está vencida

Jesús de Nazaret: Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios

Alejandro Rutto Martínez

Cuando un verdadero creyente de la Palabra de Dios se refiere a la muerte, lo hace con un lenguaje diferente al de algunas otras personas que han mitificado a la muerte hasta el punto de verla como la llave final de la vida y el momento en que todo llega a un final frío y definitivo.

En primer lugar es importante decir que la muerte fue vencida por Jesús en la Cruz del calvario y su poder ha sido completamente relegado después del milagro de la resurrección.

Pero también hay una promesa y es la de la vida eterna. El Señor nos ha dicho que nos ama de manera ilimitada, tanto, que ha dado la vida de su hijo unigénito, para que tú, tu familia, tus amigos y yo, no perezcamos, sino que tengamos vida eterna.

Es una promesa hermosa contenida en ese versículo, Juan 3:16 que es en prácticamente la médula del Nuevo Testamento: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado la vida de su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna".

Cuando un creyente muere, no ha muerto en realidad, sino que ha regresado a la casa paterna, a vivir en la presencia de Dios, en un mejor lugar y en unas condiciones de espiritualidad que nos permiten decir que quien está bien y mejor que quien se queda es el que parte hacia la eternidad.

¿Qué debemos hacer entonces para alcanzar la  eternidad?  Nada, no hay que hacer nada porque todo lo que debía hacerse lo hizo Jesús al ofrendar su vida para redimir nuestros pecados y convertirnos en seres aceptados por Dios.

Pero una cosa no debemos olvidar es nuestro deber de guardar la Palabra de Dios. Esa es la condición para no ver la muerte espiritual, la muerte segunda, la muerte definitiva, la que nos separa de Dios.

Si usted quiere hacer algo por usted mismo y por su futuro, ésta es la mejor recomendación: lea la Palabra de Dios, estúdiela y guárdela, entonces usted conseguirá algo más importante que el mejor de los tesoros y es la seguridad de derrotar a la muerte y asegurar u lugar en la vida eterna.


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jueves, 13 de febrero de 2014

Jesús: el héroe de sus amigos


Por: Alejandro Rutto Martínez

Tomado de articulo.org

Jesús les dijo: -“Les aseguro que el que cree en mí también hará las obras que yo hago; y hará otras todavía más grande.”

Juan 14:12

Jesús tiene una apacible reunión con sus discípulos en una noche cualquiera en que la brisa fresca rosa el curtido rostro de aquellos galileos que han dedicado los últimos años a esparcir las buenas nuevas en toda la región.  Una vez terminada la cena Jesús se ciñe una toalla y pone agua en un lebrillo.  Un poco después está lavando los pies de sus discípulos. Que alguien lavara los pies a otra persona no era extraño pues se trataba de una costumbre de la época. Una costumbre al parecer en decadencia, pero con firmes raíces en la historia de un pueblo del desierto en el cual era normal que la fina arena se adhiriera a las sandalias y a las extremidades inferiores de los viajeros.  Lavar los pies era una muestra de humildad, de buena educación y de consideración por parte de los buenos anfitriones.

Jesús decide lavar los pies a sus discípulos en un gesto que tiene varias connotaciones:

Jesús se despoja de su investidura de líder y de maestro mediante la cual pudo haber ordenado a cualquiera de sus discípulos que se encargara de lavar los pies de todos sus compañeros y también a él mismo. Sin embargo, prefirió llevar a cabo él mismo aquel acto significativo en que no solo mojó los pies de sus hombres, sino que además se encargó de obtener él mismo el agua y de conseguir la toalla. Es decir, toda la liturgia y cada uno de las escenas de ese bello acto lo tuvo a él mismo como protagonista.
Jesús quiere conservar una tradición de alto contenido simbólico pues no se trata únicamente de dejar limpios los pies sino de ejemplificar la purificación interior de las personas para que éstas no solo tengan unos pies libres el sucio sino un alma libre de la contaminación del pecado.

Jesús no hace acepción de ninguna persona y por igual lava los pies de todos sus discípulos aunque sabe que  uno de ellos no pasará la prueba de fidelidad a su maestro y en su corazón y su mente ronda la idea de traicionarlo. Pero aún judas recibe de Jesús un trato bondadoso, igualitario y generoso.
Jesús reprende a Pedro, quien en un acto de humildad mezclado con su habitual rebeldía manifiesta que no permitirá que sus pies sean lavados.  No se opone a ser lavado pero le parece que no es merecedor de que alguien de tan alta jerarquía espiritual se incline ante él, se humille y le lave sus pies.  El Hijo del Hombre convence a Pedro con un argumento demoledor: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo”  Ante estas razones Pedro se apresura a pedir que le sean lavados los pies y de paso las manos y la cabeza.  Ahora el gesto de sumisión es del discípulo en relación a su maestro.

Jesús sabe que no todos los que están en ese lugar son limpios y lo dice con claridad: “y vosotros limpios estáis, aunque no todos”. ¿Quién le ha dado esa información? Jesús no se engaña y sabe que entre ellos hay alguien cuyo endurecido corazón no ha reverdecido con sus enseñanzas y su buen ejemplo. Los hechos demostrarían que uno de sus discípulos había naufragado ante el poder corruptor de las tentaciones, el dinero y la deslealtad.

Jesús ordena a sus discípulos (a los de aquel tiempo y a los de todos los tiempos) que se laven los pies los unos a los otros, es decir, los invita a ser solidarios, brindarse amistad y darse afecto.  La orden es en sí una invitación a considerar al otro como una parte vital de sí mismo y formar entre todos una familia unida en la fe y en las obras.

Jesús desea que sigamos su ejemplo y hagamos como él ha hecho. E el capítulo 13 versículo 15 del libro de Juan lo dice en unas sencilla pero muy profundas palabras: “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis”.
Jesús el Maestro nos invita a la unión y a la comunión. Desde nuestro maravilloso estado de hombres libres, quienes hemos ganado nuestra libertad por un noble sacrificio suyo y por nuestra decisión de dedicarnos al servicio de nuestros semejantes.

Alejandro Rutto Martínez es un destacado escritor italo-colombiano que ha dedicado una buena parte de su vida a la enseñanzasobre temas de ética y liderazgo en congresos, seminarios y universidades. Es administrador de empresas egresado de la Universidad de La Guajira y especialista en Administración de programas de Desarrollo Social en la Universidad de Cartagena. Especialista en Orientación Educativa y Desarrollo Humano en la Universidad El Bosque y Especialista en Docencia Universitaria en la Universidad Santo Tomás. Actualmente cursa la maestría en Ciencias de la educación en un convenio entre la Universidad de Matanzas (Cuba) y la Universidad de La Guajira (Colombia). Es autor de seis libros y de numerosos artículos que se pueden leer en www.articulo.org y en su página www.maicaoaldia.blogspot.com. Puedes contactarlo a través del correo electrónico: alejandroruto@gmail.com o seguirlo en twitter: @Alejandrorutto
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